lunes, 14 de enero de 2013

La pérdida de territorio Mexicano


Hace 150 años México sufrió la injusta guerra de invasión emprendida por los Estados Unidos (EE.UU.), lo que llevó a que nuestro país perdiera la mitad de su territorio.

Lastima ver como muchos mexicanos han pasado desapercibida esta fecha y duele más la ignorancia de otros tantos, o bien el conocimiento deformado que se tiene de la historia.

El primer empresario extranjero que pidió a los gobernantes de la Nueva España permiso para colonizar Texas fue Moisés Austin. En 1821, meses después de la concesión, Moisés Austin murió dejando a su hijo Esteban como heredero del proyecto de colonización.

El conocimiento de nuestra historia debe permitirnos no repetir los errores del pasado, de ahí que hemos tomado la decisión de hacer una reseña de los hechos, en dos partes, haciendo votos porque los médicos familiares amen más a la patria y que la lectura de estas líneas sirva para honrar a quienes murieron defendiendo la soberanía de México.

El afán expansionista de los EE.UU. se conoce desde sus orígenes, ya fuera por compra o por conquista, sustentado en la teoría del Destino Manifiesto, en la designación providencial para extender el área de la libertad o bien como un derecho especial para poseer territorios, de los cuales otros pueblos no sacaban provecho todo en función del bien de la civilización y de la humanidad.

El conde de Aranda, representante de España en la firma de los acuerdos que dieron el reconocimiento a la independencia de los EE.UU., escribió el 3 de septiembre de 1783 al rey Carlos III de España: “La independencia de las colonias inglesas acaba de ser reconocida, y esto, en mi opinión, es un hecho muy grave. . . Esa República Federal ha nacido, por así decirlo, como un pigmeo y ha necesitado la ayuda de estados poderosos como España y Francia para conseguir su independencia. . . Vendrán los tiempos en que se convierta en un gigante y aún en un coloso de proporciones tales como para ser temido en aquellas vastas regiones. . . entonces olvidará los beneficios que recibió de ambos países y sólo pensará en ensanchar sus fronteras. . . Sus primeros pasos estarán encaminados a posesionarse de las Floridas para dominar el Golfo de México. Después. . . aspirarán a la conquista de este vasto imperio (la Nueva España), el cual no nos será posible defender contra una potencia formidable, establecida en el mismo continente... Tales temores están muy bien fundados y se realizarán dentro de unos pocos años, si antes no ocurren otros desastrosos acontecimientos en nuestras Américas".

El 10 de abril de 1812, Luis de Onís, ministro plenipotenciario de España ante el gobierno de los EE.UU., escribió una nota reservada a Francisco Javier Venegas, virrey de la Nueva España: "Cada día se van desarrollando más y más las ideas ambiciosas de esta República, y conformándose sus miras hostiles contra España: V.E. se haya enterado ya por mi correspondencia, que este gobierno no se ha propuesto nada menos que fijar sus límites en la embocadura del río Norte o Bravo, siguiendo su curso hasta el mar Pacífico, tomándose por consiguiente las provincias de Tejas, Nuevo Santander, Coahuila, Nuevo México, parte de la provincia de Nueva Vizcaya y la Sonora. Parecerá un delirio este proyecto a toda persona sensata, pero no es menos seguro que el proyecto existe, y que se ha levantado un plano expresamente de estas provincias por orden del gobierno, incluyendo también en dichos límites la isla de Cuba, como una pertenencia natural de esta República".

No era la imaginación del ministro español lo que hacía que así le escribiera al virrey Venegas.
Ya en el año de 1786 Jefferson escribía a Archibald Stuart lo siguiente: "Nuestra confederación debe ser considerada como un nido desde el cual toda la América, la del Norte y la del Sur ha de poblarse. Así, tengamos buen cuidado, por el interés de este gran continente, de no expulsar a los españoles, pues aquellos países no pueden estar en mejores manos. Mi temor es que España sea demasiado débil para mantener su dominio sobre ellos hasta que nuestra población haya avanzado lo suficiente para ganarles el dominio palmo a palmo."

Para 1801 el mismo Jefferson le confía a James Monroe su opinión de que: "No obstante de que nuestros intereses presentes pueden retenernos dentro de nuestros límites, es imposible no mirar más allá, a los tiempos distantes cuando nuestra rápida multiplicación nos expanderá más allá de esos límites y cubrirá todo el norte sino es que todo el sur de este continente, con gente hablando el mismo lenguaje, gobernada en forma similar y con leyes similares"...

Una vez iniciada la guerra de Independencia de México, el Congreso de los EE.UU. dio el 15 de enero de 1811, la siguiente resolución: "Apreciando la peculiar situación de España y de sus provincias y considerando la influencia que sobre la seguridad, la tranquilidad y el comercio de los EE.UU. puede tener el destino del territorio adyacente a la frontera meridional de este país, el senado y la cámara de representantes de los EE.UU. de América, reunidos en el Congreso, resuelven: Que los EE.UU. bajo las circunstancias peculiares de la actual crisis, no pueden, sin seria inquietud, contemplar el hecho de que alguna parte de dicho territorio pase a manos de cualquier potencia exterior; que una eventual consideración de su propia seguridad puede forzar a este país a promover, bajo ciertas circunstancias, la ocupación de dicho territorio. Al mismo tiempo, los EE.UU. de América declaran que dicho territorio permanecerá en sus manos sujeto a futuras negociaciones."

Muchos son los testimonios del afán expansionista de los EE.UU., basten como ejemplo, para este escrito, los señalados.

No debemos olvidar que en 1763, al finalizar La Guerra de los Siete Años, España recibió de Francia el territorio de la Luisiana.Ésto motivó un nuevo examen de la frontera. Por motivos de política europea, en 1800, España tuvo que devolver la Luisiana a Francia, lo que volvió a situar el territorio tejano como frontera noreste del Imperio Español.En 1803, Napoleón Bonaparte vendió el territorio de la Luisiana a los EE.UU. Era una región enorme que iba desde la frontera de Canadá en los grandes lagos, hasta Nueva Orleans en el Golfo de México, y tenía una extensión aproximada de dos y medio millones de kilómetros cuadrados. Los vecinos cambiaron y éstos probaron ser aún más ambiciosos que los franceses. La ambigüedad de las fronteras permitió a los nuevos dueños hacer reclamaciones exageradas tales como la de que Texas estaba incluida en la venta que les hizo Bonaparte.

Con el cambio en la Luisiana, España se vio forzada a repensar sus fronteras. En 1805 decretó los límites de Texas: al sur en el río Nueces, al noreste hasta el río Medina, y por su corriente hasta el paralelo 100 grados. Un año después mandó reconstruir el fuerte de los Adaes al norte de Nacogdoches. La venta de la Luisiana a los EE.UU. hizo temblar al imperio español desde Madrid hasta la ciudad de México. La presencia angloamericana a la puerta de sus dominios le creó una tensión difícil de describir, sobre todo cuando el gobierno norteamericano envió tropas a la frontera del río Sabina. España respondió enviando un contingente de 700 soldados. Fue la última prueba de su poder en la frontera.

España se opuso siempre a la inclusión de Texas en la venta de la Luisiana y decidida a probar que era suya comisionó al padre Pichardo a que lo demostrara, quien probó que Texas era española desde 1535, cuando Alvar Núñez Cabeza de Vaca, al explorarla, la reclamó para España. Este trabajo duró tres años quedando documentado en treinta y un volúmenes de manuscritos, mapas y libros. Los trabajos del padre José Antonio Pichardo no pusieron término a las dificultades existentes entre el gobierno español y el americano. En 1819 este problema pareció solucionarse mediante la firma del Tratado Adams-Onís. En el Tratado, los EE.UU. renunciaban a los derechos que alegaban tener sobre Texas y España cedía las Floridas a los EE.UU. El gobierno estadounidense para lograr lo anterior invadió la Florida en 1812. El que Texas siguiera siendo territorio español causó gran descontento entre los estadounidenses, para quienes las Floridas no compensaban la pérdida de ese territorio, lo que tardó la ratificación del Congreso de los EE.UU. hasta 1821.

México independiente

La actitud de los EE.UU. durante la guerra de independencia de México, se puede resumir en el contenido de una conversación sostenida por el entonces secretario de estado Monrol con el insurgente mexicano Bernardo Gutiérrez de Lara (quien más adelante traicionara a México) y que fue referida por Luis de Onís a Venegas en 1812, en esta conversación se prometían "armas, dinero y hombres" para la independencia de México a cambio de la adopción de una constitución similar a la de EE.UU., como antecedente a una futura anexión a la confederación norteamericana. No es de extrañar que el primer representante diplomático mexicano en los EE.UU., José Manuel Bermúdez Zozaya, enviase una nota al gobierno de México, el 26 de diciembre de 1822, en la que manifiesta sus recelos a causa de los planes agresivos del gobierno del norte:

“La soberbia de estos republicanos no les permite vernos como iguales sino como inferiores; su envanecimiento se extiende en mi juicio a creer que su capital lo será de todas las Américas; aman entrañablemente a nuestro dinero, no a nosotros, ni son capaces de entrar en convenio de alianza o comercio, sino por su propia conveniencia, desconociendo la recíproca. Con el tiempo han de ser nuestros enemigos jurados, y con tal previsión los debemos tratar desde hoy. . . En las sesiones del Congreso General y en la sesiones de los Estados particulares, no se habla de otra cosa que de arreglo de ejército y milicias y ésto no tiene sin duda otro objeto que el de miras ambiciosas sobre la provincia de Tejas”.

Al triunfo de la independencia de México, la situación que prevalecía en Texas y en el resto del país fue de total quiebra económica y desorganización social, situación que de ninguna manera era la más óptima para enfrentarse a la pujante y ambiciosa nación norteamericana, cuyos gobiernos históricamente demostraron carecer de escrúpulos para lograr el expansionismo de su país. Al independizarse México de España, tanto para el Imperio Mexicano, como después para los gobiernos republicanos, el problema de Texas se convirtió en una constante preocupación, como ya lo había sido antes para la Corona Española. Al no haber una vigilancia constante y efectiva por parte del gobierno mexicano, este territorio se ofreció a los ojos de los norteamericanos como tierra de nadie, y así la infiltración de gente de origen estadounidense resultó incontrolable. Agustín de Iturbide se encontró con que entre los innumerables problemas a resolver, estaba el caso texano. Hasta entonces no se había logrado poblar el territorio con gente de origen mexicano, de manera que se decidió seguir los pasos iniciados por la Corona Española y se permitió la entrada a colonos provenientes de los EE.UU. y de Europa para resolver la colonización.

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